Una de mis debilidades...

Como ese mosquito que siente la sangre entre sus patas, como Jimi Hendrix al ver una guitarra solitaria, como un alcohólico que inspira la esencia de una botella de Jack Daniel´s, como una leona al oír los pasos de su presa: así responden mis dedos cuando intuyen la presencia de una hoja en blanco.

Y es que desde que aprendí de pequeña a garabatear en un papel, no he dejado de imaginar, soñar y crear nuevos mundos.
Eternity's Wife.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Dejaste de ser el chico de mis sueños

Hace unas horas.
Aparece un chico de pelo largo que, pese a ser desconocido para mí, tiene un rostro que me resulta familiar. Me habla, me sonríe. Hace lo mismo con ellas. Quiosco conocido. Banco. Glorieta muy familiar con escultura de mujer. Me distancio. Sensación de incomodidad. Coches aparcados. Me encuentro frente a mis amigos, charlando, y de repente, recuerdo que aquel chico de pelo largo es en realidad una conocida que antes tocaba la guitarra y el clarinete, por eso me sonaban sus rasgos... Anciano fumando un puro en la puerta.

Lo absurdo, lo extraño, algunos de mis grandes miedos, ellas, ellos... Pero últimamente, ya no recuerdo tener esos sueños donde aparecías tú. ¿Será que mis sueños se han vuelto tímidos, y ya no se atreven a mostrarte? 
Pero no los echo de menos.
Antes me mirabas desde el interior de mí misma, pero me pellizcabas y no sentía nada. 
Ahora, esos sueños se han rendido ante la realidad.Pues ni siquiera mil horas soñándote podrían superar un instante contigo.

martes, 10 de julio de 2012

Tiempo egoísta

Bien, cuarenta minutos para escribir algo.
No se trata de escribir por escribir, porque lo cierto es que me muero de ganas por encontrar ese momento en el que empiezas a plasmar todo eso que piensas y sientes, las letras te enganchan y te olvidas del reloj. Sí, ese dichoso y odiado reloj, el que hace que siempre estemos pendientes de algo que llegará a una hora determinada, un día determinado, como seres cronometrados. Ocurre especialmente cuando llega la edad adulta y las responsabilidades llaman a nuestra puerta a cada minuto. Hacen que olvidemos que son necesarios esos felices momentos de mera existencia, en que el tiempo pasa a otra dimensión y no tenemos que calcular lo que haremos en el futuro, ni pensar en el pasado. Sólo importa el AHORA.
Durante el tiempo de estudio, sueño con el verano y con tener esos días repletos de nada:  nada de horarios, de obligaciones, no hay todavía planes y puedes ir moldeando las horas a tu gusto, haciendo todo eso que te encanta y que nunca puedes hacer por falta de tiempo. Pero vaya, cuando llega el verano lo cierto es que los minutos vuelan, se esfuman mucho más rápido que de costumbre, y la paz soñada se convierte en días llenos gente y de planes imprevistos con ellos, planes que pueden ser igualmente buenos pero hacen que se olvide esa lista mental de tiempo dedicado a uno mismo.
Así que, dejando escritas estas líneas entre interrupciones familiares y llamadas telefónicas, me voy, con la esperanza de encontrar en estos dos calurosos meses días de tiempo egoísta, de sentirme como en una isla desierta y de encontrar la paz interior. O quizá lo mejor será ir ahorrando para un viaje a la India y allí convertirme al Budismo. O simplemente, creo que me apuntaré a yoga.

miércoles, 4 de abril de 2012

Corazón impermeable


Ariadna tenía las manos entrelazadas. Notaba sus propios dedos y en contacto con ellos podía sentir el calor de un cuello azul principesco, que se tornaba rojo pasión. Cerró los ojos y redujo el mundo exterior a un beso, un intenso beso que se curvaba en forma de sonrisa. Ya no había un suelo en el que apoyarse, flotaba en el aire y ya no importaba nada... el mal del mundo parecía haberse esfumado. Suelen decir que la perfección no existe, pero para Ariadna, no había nada más perfecto que ese momento de roce con las nubes. Pero una voz en su cabeza hizo que mirase el reloj. Era imposible. Los escasos minutos habían resultado ser horas y Ariadna tenía que alejarse de aquel mundo perfecto hasta que el jefe deslumbrante se dispusiera a brillar y apagase las otras pequeñas luces del cielo.

Durante días, un noventa y ocho por ciento de pensamientos se podían resumir en uno: ÉL. ¿Dormir? ¿comer? Eso era secundario, si podía estar al lado de aquel chico. Tenía miedo. Ya no podía controlar sus sentimientos, estaban volviéndose más fuertes que nunca. Entonces escogió olvidar sus temores, decir adiós a lo apolíneo y darle la bienvenida a lo dionisiaco, dejar a un lado la razón que tanto la había oprimido otras veces y empezar a dejarse llevar por sus sentimientos, por sus pasiones... aunque solo fuese por una vez.

Pero tras unos días maravillosos en el cielo, llegó la hora. Llegó ese beso. El más triste, el más esperado, el más desgarrado...y el último beso. Dos cuerpos, uno contra otro, presionados con fuerza hasta sentir dolor. El polo verde que él llevaba quedó sellado con una gota de agua salada que había recorrido lentamente las mejillas de Ariadna, únicamente una gota, pues ella mantenía la esperanza de volver a verle.

Su viaje a la Tierra fue lento y sin paracaídas. Había subido demasiado alto y las nubes habían cubierto los ojos de Ariadna, impidiéndole ver la altura y el riesgo a caer. Pero cayó dolorosamente. Su corazón colisionó contra un cristal, este se rompió en mil pedazos y quedaron clavados en su órgano vital. Por un momento, Ariadna perdió la respiración y luego la conciencia. En sueños, pensaba que no iba a salir de esa y su mente lloraba, inundándolo todo. Esas lágrimas recorrieron su cuerpo, llegaron a su pecho y, como un torrente de agua, arrancaron los cristales allí clavados. Entonces, cuando no quedaron más lágrimas, su corazón se secó, y ella recuperó la consciencia. Pero aún estaba muy dolorida. 

Pasaron días, semanas, y entonces empezó a notar el efecto de la sal curadora que anteriormente había penetrado en su pecho. Esa sal estaba creando una cubierta protectora para reparar las heridas. Ariadna se alegró de que el dolor fuese cesando, pero lo que no sabía era que esa cubierta haría mucho más difícil la entrada y salida de sentimientos la próxima vez. Y quizá nunca podría volver a querer a nadie como lo había hecho. 

Inesperadamente, una tarde, cuando las heridas habían desaparecido, Ariadna le vio. Toda la furia que había sentido durante esos meses de dolor y desengaño, volvió a azotarla con fuerza; pero al volver a ver aquella sonrisa, la ira se fue esfumando poco a poco. "¿Y qué debo hacer ahora?, ¿odiarte o quererte?". Después de todo, aún le quedaban esos bonitos recuerdos... Sin embargo, ahora su corazón era más fuerte y la cubierta protectora empezó a actuar. Ariadna cogió aire, dio media vuelta y se marchó por un camino distinto, dejando atrás lo que un día le hizo daño. Y esta vez para siempre.

 ¿Podría el tiempo abrir de nuevo su corazón impermeable?





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