Una de mis debilidades...

Como ese mosquito que siente la sangre entre sus patas, como Jimi Hendrix al ver una guitarra solitaria, como un alcohólico que inspira la esencia de una botella de Jack Daniel´s, como una leona al oír los pasos de su presa: así responden mis dedos cuando intuyen la presencia de una hoja en blanco.

Y es que desde que aprendí de pequeña a garabatear en un papel, no he dejado de imaginar, soñar y crear nuevos mundos.
Eternity's Wife.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Yo, quiero.



  El tiempo pasa, y a la par, las personas nos movemos, evolucionamos y se abren caminos en nuestras vidas. Porque no podemos quedarnos estancados, por mucho que deseemos ser jóvenes eternamente. La infancia, época de recuerdos felices para la mayoría, es un período en el que nos formamos como personas y aprendemos a elegir lo que creemos que es mejor o peor. Pero luego toca decidir, equivocarse, rectificar y volver a equivocarse. Toca empezar a oler el aroma de eso que llaman libertad: No perdemos nada descubriendo nuevas experiencias.

  Cuando entramos en esta etapa en la que se abren nuevos caminos, podemos dejar gente atrás, gente de la que nos hemos distanciado un poco por causa de esta nueva vida en la que han entrado personas con las que creemos compartir intereses. Y es verdad que estas nuevas personas nos aportan cosas que no pueden proporcionarnos los que se quedaron atrás: empiezan a convertirse en una pieza indispensable de nuestra vida.

Pero... ¿qué es del pasado? ¿qué es de AQUELLOS con los que compartimos grandes momentos? Sólo un mal golpe en la cabeza borraría todos los recuerdos felices que compartí con ellos.

Compartimos los aplausos tras los bailes que hacíamos en el colegio, preparados con ilusión; compartimos profesores a los que queríamos o criticamos a otros;  celebramos bodas de "babybel", compartimos tardes de juego y sólo ellos sabían que imaginar aventuras era mi juego favorito. Con el tiempo, los juegos se convirtieron en charlas nocturnas en las que las reflexiones empezaban siendo interesantes cotilleos, se iban haciendo filosóficas a lo largo de la noche, y acababan en risas descontroladas o en somnolientos silencios repentinos. Hemos compartido y descubierto todo tipo de sentimientos y experiencias al mismo tiempo; hemos reído juntos infinitas veces, hemos discutido y nos hemos reconciliado al poco tiempo. Hemos llorado, pero luego son ellos quienes saben volvernos a hacer sonreir. Son ellos quienes me conocen. Y aunque no me entiendan cuando hablo de La aguja hipodérmica de Lasswell, son mis AMIGOS, y estaría perdiendo parte de mí misma si les pierdo a ellos. Sólo es cuestión de querer seguir compartiendo nuevas experiencias.

Y yo, quiero.

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