Una de mis debilidades...

Como ese mosquito que siente la sangre entre sus patas, como Jimi Hendrix al ver una guitarra solitaria, como un alcohólico que inspira la esencia de una botella de Jack Daniel´s, como una leona al oír los pasos de su presa: así responden mis dedos cuando intuyen la presencia de una hoja en blanco.

Y es que desde que aprendí de pequeña a garabatear en un papel, no he dejado de imaginar, soñar y crear nuevos mundos.
Eternity's Wife.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Serendipia

Muchas de las cosas que nos suceden día a día nos hacen preguntarnos si se trata de simples casualidades o si existe algo más que las mueve a ocurrir, como una fuerza oculta o destino.
A mí me gustaba jugar con la idea del destino: un secreto recóndito sobre la existencia de cada persona movido por una fuerza mayor (llamada de muchas formas) que hace que este destino se cumpla, sin que nosotros podamos interferir de ningún modo.
Pero con el tiempo me pregunté: si no interferimos en nuestro futuro y se cumple irremediablemente lo que ya está prefijado, entonces ¿no tenemos libertad? Pues no. No podríamos elegir nuestros actos, porque de ello ya se encargaría el destino por nosotros y esto, la verdad, asusta un poco.
Entonces, llegué a la conclusión de que es preferible pensar en el caos natural: la casualidad. Esa casualidad que provocó la lluvia el día que justamente habías decidido ir a la peluquería, o que hizo que eligieses el número de lotería sin premio. Pero también es la casualidad la que hizo que nacieras en tu familia, o la que ocasionó que aquel día conocieras a esa persona que ahora forma parte de tu vida porque tú la has elegido.
Esta última razón es en realidad la que me hace desechar la creencia en el destino. Porque prefiero pensar que tú eres mi serendipia, una casualidad afortunada en mi vida; quiero creer que nos hemos elegido mutuamente, libre y voluntariamente para compartir otras casualidades, y no obligados por aquel señor desconocido y hostil que se hace llamar "Destino".

viernes, 16 de diciembre de 2011

Yo, quiero.



  El tiempo pasa, y a la par, las personas nos movemos, evolucionamos y se abren caminos en nuestras vidas. Porque no podemos quedarnos estancados, por mucho que deseemos ser jóvenes eternamente. La infancia, época de recuerdos felices para la mayoría, es un período en el que nos formamos como personas y aprendemos a elegir lo que creemos que es mejor o peor. Pero luego toca decidir, equivocarse, rectificar y volver a equivocarse. Toca empezar a oler el aroma de eso que llaman libertad: No perdemos nada descubriendo nuevas experiencias.

  Cuando entramos en esta etapa en la que se abren nuevos caminos, podemos dejar gente atrás, gente de la que nos hemos distanciado un poco por causa de esta nueva vida en la que han entrado personas con las que creemos compartir intereses. Y es verdad que estas nuevas personas nos aportan cosas que no pueden proporcionarnos los que se quedaron atrás: empiezan a convertirse en una pieza indispensable de nuestra vida.

Pero... ¿qué es del pasado? ¿qué es de AQUELLOS con los que compartimos grandes momentos? Sólo un mal golpe en la cabeza borraría todos los recuerdos felices que compartí con ellos.

Compartimos los aplausos tras los bailes que hacíamos en el colegio, preparados con ilusión; compartimos profesores a los que queríamos o criticamos a otros;  celebramos bodas de "babybel", compartimos tardes de juego y sólo ellos sabían que imaginar aventuras era mi juego favorito. Con el tiempo, los juegos se convirtieron en charlas nocturnas en las que las reflexiones empezaban siendo interesantes cotilleos, se iban haciendo filosóficas a lo largo de la noche, y acababan en risas descontroladas o en somnolientos silencios repentinos. Hemos compartido y descubierto todo tipo de sentimientos y experiencias al mismo tiempo; hemos reído juntos infinitas veces, hemos discutido y nos hemos reconciliado al poco tiempo. Hemos llorado, pero luego son ellos quienes saben volvernos a hacer sonreir. Son ellos quienes me conocen. Y aunque no me entiendan cuando hablo de La aguja hipodérmica de Lasswell, son mis AMIGOS, y estaría perdiendo parte de mí misma si les pierdo a ellos. Sólo es cuestión de querer seguir compartiendo nuevas experiencias.

Y yo, quiero.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Sueños de una noche de verano

  Aún recuerdo aquel sueño.
  Soñé que avanzaba a través de un cielo raso hacia un gran oasis. Un espeso humo con sabor a frutas me rodeaba y con un suave y agradable tacto, me rozaba los labios para introducirse por mi garganta.
  En el sueño había algo que, con delicado movimiento, como pluma mecida por el aire, me provocaba un escalofrío en la espalda.
 Después, miles de burbujas rodeaban mi cuerpo. Había una toalla húmeda entre las hojas de una palmera, y un arma blanca, pero no recuerdo dónde. También recuerdo que alguien descalzo corría por la arena y lanzaba un balón de fútbol a una portería. Todos eran goles, porque allí no había nadie que los parase.
  La luna. Había una gran luna llena cuyo reflejo temblaba ante el anzuelo de nocturnos pescadores. Y una tumbona. De nuevo el escalofrío, pero esa vez en el estómago.Yo no quería dejar de mirar aquella luna.
 Sonaba una canción, no recuerdo cual...sólo sé que era del disco Allenrok; y, de repente, yo sostenía una piedra en una mano y en la otra, una concha marina con forma de corazón.
 Recuerdo palabras. Había palabras que en ese sueño tenían un sentido completo y que yo deseaba oír eternamente. Sin embargo, ahora ya no son más que sonidos inaudibles por el romper de las olas.


 Esos recuerdos parecen tan reales... Pero también recuerdo el amargo despertar, por eso estoy segura de que tan sólo fue un sueño.
  Aunque, ¡guardadme un secreto!: Todavía conservo esa concha del sueño, la robé...

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