Para plasmar una sensación con palabras de forma precisa es necesario un esfuerzo. Especialmente si la sensación toca esa parte tan frágil -y tan fuerte a la vez- del lado izquierdo del pecho.
En estos instantes, me vuelve el escalofrío sólo de pensar en la chica (des)conocida. Un escalofrío al remover de nuevo esos recuerdos y entremezclarlos con mi presente. ¿No son los escalofríos una sensación? ¿Cómo puede haber una sensación al recordar ese tiempo doloroso si ya estaba olvidado, si ya no duele...?
Estoy orgullosa de las mentes humanas... pues sería muy duro mantener en la memoria a corto plazo todos los recuerdos que nos han herido alguna vez. Es costoso, pues cuando la herida está reciente solo evocamos de manera masoquista aquello que nos duele. Pero poco a poco unos recuerdos borran otros, y de repente un día, se te aparecen, sin buscarlas, unas palabras, una foto, una canción, un símbolo o incluso un olor que te recuerda aquel dolor, pero ya no es una sensación, sino simplemente, un recuerdo.
Hoy he sido yo quien ha rebuscado en los recuerdos, porque sé que ya no duelen, y sé que entre la tormenta traen consigo los momentos felices del principio. Pero me he sorprendido a mi misma, cuando el escalofrío del que hablaba se ha producido al ver escritas las reflexiones de la chica. Una chica a la que jamás he visto, de la que ni siquiera conozco el apellido real, no he oído su voz, pero sí la voz de él hablando sobre ella. En realidad, el poco contacto que he tenido con ella ha sido un intercambio de palabras que empezó siendo violento, y acabó en la nada.
O eso creía yo. Porque me acabo de dar cuenta de que no sólo fue él quien me marcó. Fue ella, con sus reflexiones que aun mantengo frescas en la memoria, con su forma de ver la situación en la que nos encontrábamos, con esas palabras serenas con las que consiguió dejarme sin habla al ver que en realidad, a pesar de todo, no éramos tan diferentes como yo creía. Y hoy lo acaba de volver a demostrar con más palabras y pensamientos...tan cercanos a los míos...